4 de septiembre

Tus manos son lo que me salva del exilio, tus abrazos me ayudan a recomponerme cuando mi cuerpo trata de desvanecerse. Recuerdo años atrás sentir mi cuerpo romperse y estar cayendo sobre el suelo hasta sentir el tacto frío y rígido del azulejo. Un escalofrío recorría la parte lateral de mi cuerpo. Y solo era capaz de sentirme abandonada allí, las lágrimas se deslizaban por mi mejilla con el afán de chocar contra el suelo. Con los años encontré un refugio entre estanterías, descubrí la adrenalina intentando permanecer oculta de las personas que venían. Me tumbaba creyendo que me encontrarían muerta.     Huía entre los huecos de las voces que se aproximaban por los pasillos.

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