Seamos corteses

En su alcoba reposa tumbada una preciosa dama, tapa su cuerpo con la sabana la cual parece disfrutar de su cuerpo, ya que sinuosa palpa sus curvas. Habla despreocupada con el dueño de sus suspiros, tranquila en todo momento. Encandilado y con brillo ambos se miran a los ojos. Mirándose se encuentran con un fino hilo transparente que los atrae entre sí. No consiguen escuchar otra cosa que no sea entre ellos. Se miran, avanzan uno al otro, mero impulso. Juntan sus labios, entrelazan sus lenguas resbaladizas las cuales quieren indagar tanto como puedan. Mientras un poco mas abajo, sus corazones laten veloces como si el amor no tuviera tiempo y ambicionan juntar su pecho contra el amo de sus anhelos. Las palabras quedan mudas en ese mismo instante, ambos se entregan, pasean las yemas de sus dedos entre su piel, que al roce de la lengua del otro deja el pelo en alerta. En el estomago sienten una extraña sensación que se asemeja al polvo de hadas tan fantasioso y tan brillante en momentos culminantes. Y como no el libido aumenta a un ritmo desenfrenando que como amantes les obliga a saciar su sed. En el reloj las horas se exprimen veloces disfrazadas de minutos, y sus momentos mas cómplices quedan en recuerdo como estrellas en el cielo.

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