Condenados a la opresión


Bajo el yugo de nuestras ataduras nos dejamos arrastrar, nos quieren abrir los ojos por nuestro propio bien, aún así nos mantenemos como un perro fiel. Juegan con nosotros a su propio beneficio y nos dejamos golpear consecutivamente, deberían de estar muertos suplicándonos por sus repugnantes vidas, con el último aliento en nuestras botas. Hacen vaho en la puntera pero se les han acabado las oportunidades aún no se han dado cuenta de lo pacientes que hemos sido y hacía ya tiempo que debíamos de estar pisando sus cuellos. Chocamos nuestras manos mientras saltamos encima de sus cadáveres, nos da vergüenza que muertos estén menos podridos que en vida. La sangre salpica el suelo, y cada vez sus cuerpos hacen menos movimientos, la rabia se nos va a la vez que su vida da sus últimos tic-tacs en los relojes. Es tarde para pedir clemencia, estáis muertos.

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